Good COP, bad COP: What makes a good climate change conference?
El mundo ha depositado sus esperanzas en el hecho de que la conferencia mundial sobre el clima de este año, la COP26, generará el consenso conducente a la acción que se necesita con urgencia para abordar el cambio climático. Pero ¿qué es la COP? ¿Quiénes son los actores detrás de ella y qué podemos esperar de la edición de este año?
En estos días, parece que no pasa un día sin tener noticias de otro país, empresa, ciudad u otra institución que se comprometa con ambiciosos objetivos climáticos en un intento por mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 grados. Un impulso clave detrás de la oleada de actividades centradas en el clima de este año es la muy esperada COP26. Programada para llevarse a cabo del 1 al 12 de noviembre, se espera que esta edición de la Conferencia de las Partes (COP) brinde un camino concreto para que el mundo pase de las declaraciones a la acción en lo que respecta al Acuerdo de París. El impulso se ha ido acumulando desde que la COP anterior tuvo lugar en Madrid, en noviembre de 2019, por lo que hay mucho en juego.
Esta edición de la COP llega seis años después de la adopción del Acuerdo de París, mediante el cual la mayoría de las naciones del mundo se comprometieron a contener el calentamiento global muy por debajo de los 2 grados centígrados, y preferiblemente a 1,5 grados. Por lo tanto, es un momento clave para hacer un balance del progreso, pero también para aumentar los compromisos junto con un plan de acción claro sobre cómo se cumplirán los objetivos a corto, mediano y largo plazo.
Pero ¿qué debe ofrecer este evento para que se considere una COP "buena"? ¿Quiénes son los actores detrás de esto? ¿Y qué significan realmente los muchos acrónimos que se usan con frecuencia en la diplomacia climática: COP, UNFCCC, IPCC, BINGO, RINGO, ENGO?
Cómo empezó todo
Era el año 1992 y el futuro parecía estar lleno de promesas. La caída del Muro de Berlín, en 1989, y la disolución de la Unión Soviética, en 1991, marcaron el final de la Guerra Fría que había dividido al mundo en dos bloques durante más de cuatro décadas. Si bien muchos se regocijaron con sus nuevas libertades, se abrieron las fronteras y se levantaron las barreras comerciales, la ONU convocó la reunión mundial más grande para discutir el desarrollo económico y el medio ambiente, que se llevó a cabo en Río de Janeiro.
En junio de 1992, el resultado de más de dos años de esfuerzos diplomáticos dio lugar a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo (CNUMAD), más conocida como la Cumbre de la Tierra, que convocó a unos 30 000 representantes de 178 gobiernos, ONG, medios de comunicación, y otros interesados en la metrópoli brasileña. Entre los documentos que resultaron de la cumbre se encuentran tres que han resistido a la prueba del tiempo: la Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (UNFCCC), la Convención de las Naciones Unidas sobre la diversidad biológica (UNCBD) y la Convención de las Naciones Unidas para combatir la desertificación (UNCCD). Los gobiernos de los países que firmaron estos convenios legalmente vinculantes se convirtieron en partes de los respectivos convenios y comenzaron a reunirse regularmente para discutir el progreso en las llamadas Conferencias de las partes sobre clima, biodiversidad y desertificación.
Nacieron las COP.
Con 197 signatarios a partir de 2015, la CMNUCC se ha convertido desde entonces en la más conocida de las tres convenciones, aunque las secretarías de las otras dos también han seguido trabajando con sus respectivos signatarios en la acción global para proteger la biodiversidad y combatir la desertificación, respectivamente.
Desde la COP 1 en Berlín, en 1995, la Secretaría de la CMNUCC ha estado reuniendo a sus signatarios anualmente en lo que se ha convertido en el evento climático más grande del mundo. A lo largo de los años, además de los diplomáticos del clima y las delegaciones nacionales, el evento se ha convertido en una fuente de atracción para muchos grupos de la sociedad civil, artistas, periodistas, representantes empresariales, académicos y otros. Tanto es así, que las últimas ediciones de la COP han atraído hasta 40 000 participantes de todo el mundo.
¿Quién es quién en las COP climáticas?
Las 197 delegaciones nacionales están organizadas en cinco grupos regionales: Estados de África, Estados de Asia, Estados de Europa del Este, Estados de América Latina y el Caribe, y Estados de Europa Occidental y otros Estados. Sin embargo, los intereses sustantivos de las partes no están representados en las negociaciones en este formato regional. Más bien, las delegaciones nacionales se han organizado en grupos más pequeños a lo largo de los años que reflejan mejor sus intereses. Entre estos grupos se encuentran los Estados Árabes, los Países menos adelantados, el grupo de la Organización de países exportadores de petróleo (OPEP), el grupo G77 de países en desarrollo, AILAC (Alianza independiente de América Latina y el Caribe), el bloque negociador UE27 que representa a los estados miembros de la UE, y el BASIC (Brasil, Sudáfrica, China, India). Y recién estamos comenzando con los acrónimos.
Aparte de las delegaciones nacionales, que tienen el mayor nivel de influencia sobre las negociaciones, se permite que una serie de organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales y otros actores observen el proceso. Dado que el número de observadores que pueden asistir a las diferentes sesiones suele tener un límite, estas organizaciones también se agrupan en grupos que pueden enviar representantes para seguir las negociaciones. Algunos de los grupos de observadores más influyentes en la COP son las ENGO (ONG ambientales), las RINGO (ONG de investigación e independientes), las LGMA (gobiernos locales y autoridades municipales), TUNGO (sindicatos) y YOUNGO (organizaciones juveniles). El comercio y la industria también tienen su grupo y oportunidad de brillar en la COP durante el BINGO Day.
Contando su experiencia pasada como observador, Tim Gore, un veterano de la COP que actualmente dirige el programa de cambio climático en el Instituto para la política ambiental europea (IEEP), dijo:
“La moneda en estos eventos es el acceso a la información: comprender quién tiene acceso a qué información o acceder a los últimos textos para identificar oportunidades para poner propuestas sobre la mesa. Para los observadores, el acceso es difícil de asegurar, porque las negociaciones con frecuencia se llevarán a cabo en grupos más pequeños o en entornos informales que no aparecen en la agenda oficial, lo que dificulta su seguimiento. Incluso para las negociaciones oficiales, la única forma de que los observadores obtengan acceso a la información suele ser esperar afuera de las puertas cerradas detrás de las cuales se llevan a cabo las discusiones hasta que salgan los delegados, con la esperanza de que compartan algunos detalles con ellos mientras caminan hacia su próxima reunión”.
Si bien es posible que no sean invitados a las negociaciones entre grupos específicos, los observadores sí pueden asistir a las sesiones plenarias, que son las reuniones más importantes de las COP. Las plenarias son generalmente expositivas y no muy animadas, aunque han ocurrido algunas excepciones notables en las décadas de historia del evento. Por ejemplo, un incidente memorable tuvo lugar en la COP 15 en Copenhague, cuando los anfitriones daneses ignoraron los pedidos de una moción de orden de Claudia Salerno, la principal negociadora de Venezuela en ese momento. Después de golpear repetidamente su mano contra la mesa para atraer la atención de los anfitriones, Salerno levantó su palma ensangrentada con una demanda retórica:
“¿Un país soberano tiene que hacer sangrar su mano para levantar un derecho de palabra? [...] Esta mano que sangra quiere hablar, y tiene tanto derecho como cualquiera de los que llaman ‘un grupo representativo de líderes’”.
Tim Gore explica: “Las dos semanas durante las cuales se lleva a cabo la COP todos los años son increíblemente intensas para los delegados, que duermen poco y suelen estar involucrados en negociaciones consecutivas. Esto ocasionalmente deriva en reacciones emocionales cuando las negociaciones se rompen”.
Además de ser un observador, otra forma en que los actores no estatales pueden involucrarse en la diplomacia climática es a través de la Alianza de Marrakech para la acción climática global, que se estableció en 2016 para fortalecer y acelerar la acción climática entre las partes y no partes de la CMNUCC. En lugar de invitar a sus miles de miembros a observar las negociaciones, la plataforma les permite dar forma de manera colaborativa a la visión de un futuro climáticamente neutro y resiliente, que se expresa en formato de documentos llamados Vías de acción climática.
Hay dos Campeones de la acción climática que supervisan la iniciativa para cada edición de la COP y que son designados por los países anfitriones. Actúan como un puente entre la Asociación de Marrakech y la Secretaría de la CMNUCC, ayudando a esta última a movilizar acciones, convocar reuniones de expertos técnicos y coordinar eventos anuales de alto nivel. Entre los eventos que organizan cada año está el Centro de Acción Climática Global que tiene lugar en la propia COP.
¿Qué hará de la COP26 una buena COP?
El Acuerdo de París, adoptado en la COP 21 en 2015, fue la culminación de más de dos décadas de trabajo de diplomacia climática. Tomados de la mano en el escenario en la sesión plenaria final, los anfitriones franceses, Christiana Figueres, entonces secretaria ejecutiva de la CMNUCC, y Ban Ki-moon, entonces secretario general de la ONU, estaban radiantes.
“[El Acuerdo de París] es un acuerdo de convicción. Es un acuerdo de solidaridad con los más vulnerables. Es un acuerdo de visión de largo plazo, porque es un acuerdo de compromiso para convertir este nuevo marco legal en el motor de crecimiento seguro para todos durante el resto de este siglo”, Figueres concluyó con entusiasmo.
Por difícil que haya sido alcanzar el Acuerdo de París, el arduo trabajo apenas había comenzado: contener el cambio climático muy por debajo de los 2 grados centígrados, y preferiblemente a 1,5 grados, como estipula el Acuerdo de París, no es una hazaña fácil.
Pasar de las palabras a la acción ha demostrado ser complicado y llevar tiempo. En los seis años transcurridos desde que se adoptó el acuerdo, sus 197 signatarios han logrado diferentes niveles de progreso para abordar el cambio climático. Más de 190 países han desarrollado y publicado al menos una versión de sus planes de acción nacionales, también llamados contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC). Sin embargo, es necesario elevar el nivel de ambición en estas NDC. Los planes nacionales existentes nos sitúan en una ruta hacia un calentamiento global de más de 3 grados centígrados para fines de siglo.
Como el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero, la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París en 2019 afectó su posición en la diplomacia climática y la capacidad general de la comunidad mundial para abordar el cambio climático. Desde que el país se reincorporó al acuerdo a principios de este año, ahora hay un enfoque y un impulso renovados. El día de hoy marca un hito importante en el compromiso renovado de EE. UU., ya que anunció su primera NDC en virtud del Acuerdo de París en una cumbre de líderes mundiales convocada por la Casa Blanca.
Dado que es necesaria una acción urgente para mitigar el cambio climático, existe presión sobre los gobiernos de todo el mundo, y en particular sobre los mayores emisores del mundo, para ir más allá de los compromisos de cero emisiones netas para una fecha límite lejana como 2050. Crece la presión para que se tomen medidas urgentes y logren avances significativos en la reducción de emisiones en esta década. Al establecer un objetivo de reducción de emisiones de al menos un 50 % para 2030, en comparación con 2005, EE. UU. está dando un primer paso significativo para recuperar su lugar en la diplomacia climática mundial después de una pausa de cuatro años. Sin embargo, incluso ese objetivo significaría que las emisiones per cápita del país en 2030 serían más altas en comparación con las emisiones per cápita de la Unión Europea en la actualidad.
Para avanzar en los compromisos establecidos en el Acuerdo de París, el Reino Unido, que será el anfitrión de la COP26 este noviembre y, por lo tanto, ocupa su presidencia, ha establecido un conjunto ambicioso de objetivos para el evento en consulta con las partes de la CMNUCC. El principal de estos objetivos es la necesidad de finalizar el llamado “Reglamento de París”, que establece cómo los países implementarán el Acuerdo de París. Los países tienen una cantidad significativa de criterios para definir sus planes climáticos nacionales; el libro de reglas establece requisitos sobre información, transparencia, el proceso de inventario global y los mecanismos de implementación y cumplimiento. La mayoría de las reglas han sido acordadas, aunque quedan algunos temas pendientes, como las reglas sobre los mercados de carbono. Es crucial finalizar las reglas antes de que el Acuerdo de París entre en vigencia a finales de este año.
Además, la Presidencia del Reino Unido de la COP26 ha establecido los siguientes objetivos para el evento:
Garantizar que se intensifiquen los esfuerzos de mitigación, es decir, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, para que el objetivo de temperatura de 1,5 grados centígrados se mantenga al alcance.
Fortalecer la adaptación y la resiliencia para protegernos, y particularmente a la mayoría de las regiones del mundo, de los impactos del cambio climático que no podemos evitar.
Movilizar los USD 100 000 millones en financiamiento climático que los países desarrollados se han esforzado, en el Acuerdo de París, por asignar cada año para apoyar la descarbonización de sus contrapartes en desarrollo. La CMNUCC se basa en el principio de responsabilidad común, pero diferenciada, lo que significa que toda la comunidad mundial debe participar en los esfuerzos para combatir el cambio climático, aunque esos esfuerzos deben ser proporcionales a las capacidades de cada signatario.
Respaldando los tres objetivos anteriores, la Presidencia de la COP26 del Reino Unido se ha propuesto mejorar la colaboración internacional, particularmente en torno a los cinco temas del evento de este año, que son la energía limpia, la adaptación y la resiliencia, la transición energética en el transporte y las soluciones basadas en la naturaleza y finanzas.
Sustentando los objetivos anteriores están los más amplios problemas de transparencia, justicia e inclusión, que han sido puntos discutibles continuos en las negociaciones y que la Presidencia del Reino Unido de la COP26 se compromete a abordar de frente al convocar a las partes a negociaciones en línea y en persona en el período previo a la COP26.
Más allá de la agenda formal, la COP se considera una fecha límite para que los países anuncien sus NDC revisadas con objetivos de reducción de emisiones más ambiciosos mientras que, de manera informal, el evento es una oportunidad para hacer un balance y discutir el progreso hacia el cumplimiento del Acuerdo de París. Por ello, el evento es visto como un momento climático global para una amplia variedad de actores y no solo para los gobiernos que participan directamente en las negociaciones.
La economía circular y la COP26
Dependiendo de la fuente que las genere, las emisiones de gases de efecto invernadero pueden abordarse a través de diferentes estrategias. Algunas emisiones, como las que provienen de los automóviles de gasolina o diésel, o de la generación de electricidad, pueden abordarse mediante la transición a energías renovables, mediante la electrificación del transporte y mediante medidas de eficiencia energética en los edificios y la industria.
Al mismo tiempo, alrededor del 45 % de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre provienen de cómo producimos y consumimos productos y alimentos, además de la industria, la agricultura y los cambios en el uso de la tierra. Provienen del uso de fertilizantes en la agricultura, de las emisiones liberadas cuando se talan los bosques para dar cabida a la agricultura, de la cría de ganado, de los procesos químicos en la industria y de los procesos de alta temperatura que sustentan la fabricación de muchos de nuestros productos industriales, entre otros.
A menudo se denominan emisiones difíciles de reducir debido a la dificultad de abordarlas y requieren una revisión de nuestra economía para abordarlas en su origen. Requieren que hagamos la transición hacia una economía circular, que cambiemos nuestras dietas para consumir menos productos animales y que aceleremos el ritmo de la innovación tecnológica. Para abordarlas, debemos ir al origen, en la fuente de emisiones para eliminar los residuos y la contaminación de nuestra economía por completo, mantener los materiales en uso y regenerar los sistemas naturales. Para cumplir el Acuerdo de París, en particular el ambicioso objetivo de contener el calentamiento global a 1,5 grados centígrados,debemos eliminar las emisiones difíciles de reducir y, para eso, necesitamos hacer la transición hacia una economía circular.
Sin embargo, pocas de las NDC presentadas por los signatarios de la CMNUCC se refieren a la economía circular como una de las soluciones que generarán resultados climáticos positivos en sus países, según Robert Bradley, director de conocimiento y aprendizaje de NDC Partnership. Hasta la fecha, gran parte del enfoque de las estrategias y actividades climáticas, tanto en el sector público como en el privado, se ha centrado en cambiar nuestro sistema energético, que es fundamental, pero insuficiente si queremos contener el calentamiento global a 1,5 grados centígrados.
Ampliar la comprensión de las soluciones necesarias para contener el cambio climático catastrófico y tomar medidas sobre todas las soluciones que pueden contribuir significativamente a descarbonizar nuestro mundo es un asunto de máxima urgencia en el período previo a la COP26 y posteriormente. Hablando en WCEF+clima, un evento sobre la economía circular y su potencial para contribuir a la acción climática, en abril de 2021, Bradley señaló que, sin embargo, muchos países hacen referencia indirecta a actividades relacionadas con la economía circular en sus NDC.
Por ejemplo, las NDC de Colombia publicadas recientemente presentan fuertes compromisos para reducir la degradación forestal y la deforestación, lo que, a su vez, requiere un buen manejo de los materiales. Chile es una notable excepción. La versión más reciente de su NDC conecta claramente los puntos entre los objetivos climáticos del país y su transición a una economía circular y establece tres objetivos claros para avanzar en este último dentro de sus fronteras.
Afortunadamente, Chile no está completamente solo en esto y la comunidad mundial se está dando cuenta rápidamente de la importancia de una economía circular para abordar el cambio climático. Hablando en WCEF+clima, Patricia Espinosa, Secretaria Ejecutiva de la CMNUCC, concluyó que “acelerar el cambio hacia una economía circular es esencial para lograr los objetivos climáticos acordados por la comunidad internacional y para ayudar a reconstruir las economías del mundo más fuertes, más ecológicas y mejores”. Decenas de organizaciones internacionales degobierno y líderes de la sociedad civil de todo el mundo hicieron eco de sus palabras, comprometiéndose, en el mismo evento, a acelerar la transición hacia una economía circular como herramienta para combatir el cambio climático.
Uno solo puede esperar que estas promesas se reflejen en los importantes planes, legislación y negociaciones que se están implementando este año. Conectar los puntos entre la economía circular y el cambio climático es imperativo si queremos evitar un cambio climático catastrófico.