La economía lineal, a veces denominada economía take-make-waste (extraer, producir, desperdiciar), es un sistema en el que se extraen recursos para fabricar productos que eventualmente terminan como residuos y se desechan. Los productos y materiales generalmente no se utilizan en todo su potencial en una economía lineal y, como sugiere el nombre, siempre se mueven en una dirección: de la materia prima al residuo. Es un sistema contaminante que degrada los sistemas naturales y es el motor de los desafíos globales, incluido el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
La revolución industrial sentó las bases de esta economía lineal y ha traído muchos beneficios. Por primera vez, los bienes pudieron ser producidos en masa. Parecía como si las materias primas y la energía fueran efectivamente infinitas y, gracias a esta transformación económica, los países industrializados se convirtieron en sociedades de abundancia, la población mundial se disparó y muchos millones salieron de la pobreza.
Este desarrollo global solo fue posible mediante la extracción de recursos finitos y la degradación del capital natural para generar valor económico. Con el tiempo, hemos aprendido a hacer esto de más y más formas para crear productos cada vez más avanzados. Pero el modelo vigente no ha cambiado.
Los efectos negativos de este enfoque, en forma de daño ambiental y pérdida de materiales valiosos, son claros. Están impulsados por la mala gestión de los recursos y de la tierra en las industrias de toda la economía, incluidas la agricultura, la construcción y el transporte.
La forma en que funciona nuestra economía está destruyendo el capital natural del que depende. Esto se ve en los suelos que se están degradando, en el océano que se está contaminando, en la biodiversidad que se está perdiendo, en el agua dulce que se está secando y en los bosques que se están talando.
Una transición hacia una economía circular será crucial para permitirnos prosperar en el futuro.